miércoles, agosto 03, 2005

Migración

Benito vino a Tijuana a buscar, a dejar de ser punto lejano, a continuar corriendo por esa ruta del camión donde se fue su hermana hace 25 años y ya nunca regresó, a gritar por las calles su nombre, a apretar su recuerdo entre las manos, a alcanzar su sangre y renunciar al sur para venir al norte. Benito ha tenido que vivir en el río Tijuana, donde el agua verde es un milagro. Él, junto con sus compañeros sureños, han construído una ciudad subterránea con colchones sin resorte y bolsas de basura que se mezclan con cada atardecer, con cada nube que desaparece por esa barda inconquistable, esa barda enorme que golpea, esa pared grafiteada y negra por el humo de todos los incendios nocturnos. Ese borde ladeado, utilizado como baño y cama a la vez.. Esa frontera, donde gringos y pochos señalan sus tendederos, sus perros y sus cocinas improvisadas, donde se nace y se despierta con el ruido del tráfico y los olores se cruzan. Él ha aprendido a lavar su ropa en el río y a tenderla en los barandales del puente. Ha aprendido a jugar con la distancia y a convivir con los insectos, sobretodo a no desesperar con las hormigas que se le suben y lo picotean por todas partes en la madrugada.
Hace dos días perdió su maleta con el retrato de su hermana y su acta de nacimiento, la perdió en el bar La Estrella y no la ha recuperado, el vendedor de flores le dijo en la mañana de ayer, que una prostituta embarazada la encontró en la pista y bailo con ella la gasolina, pero después empezó el payaso de rodeo y la tomó entre sus brazos y corrió sin un tacón hacia la salida. Al parecer la querían matar, porque después de su huída unos sombrerudos la persiguieron con pistola en mano. Gracias al vendedor de flores, Benito decidió caminar hasta encontrar el motel donde la prostituta embarazada guardaba su maleta. Pasó un día de búsqueda hasta que encontró en una de las cuadras de la calle primera a un mariachi con su maleta en la mano. Fue hasta él y con una patada le quitó la maleta, pero el mariachi lo agarro de los pelos y lo llevo al tercer piso del motel New Isla, arrastrándolo por cada uno de los escalones. Abrió la puerta del cuarto 26 y ahí estaba la prostituta y unas 15 personas, todas en fila con una mica en la mano y la cara de frustración. Entre las personas había un cura y uno de sus amantes, dos enfermeras, el vendedor de flores, entre otros. Benito se dio cuenta que su maleta no era la maleta del mariachi, pero era demasiado tarde para hablar porque la prostituta ya lo estaba interrogando.
Ese cuarto servía de hospedaje a polleros y la coyota era la prostituta, ahí ensayaban todas las tardes, el cura y su amante ya tenían dos semanas intentando cruzar, las enfermeras eran primerizas al igual que el vendedor de flores. Los ensayos eran fáciles, solo tenían que hacer fila, memorizar sus nuevos nombres, fecha y lugares de nacimiento, ver directamente a los ojos y no mostrar ninguna clase de nervios. No pasó medio día cuando Benito y la prostituta habían hecho un acuerdo: La prostituta ayudaría a cruzar a Benito para encontrar a su hermana con la condición de que Benito no dijera nada a la policía.
El día llegó para todos, habían planeado perfectamente todo el movimiento, se levantarían a las 4 de la mañana para que pudieran bañarse y alistar su equipaje. Llegaron a la línea a las 6 30am e hicieron dos horas de fila, primero iba el mariachi con la misma maleta que Benito había confundido ahora sin micas falsas, sólo ropa y dulces mexicanos; enseguida iba Benito, después la prostituta con casi nueve meses de embarazo, después las dos enfermeras que sólo llevaban su bolso y unas medicinas y al final iba el cura y su amante quienes corrieron de nuevo mala suerte cuando el policía de migración detectó los documentos falsos y les dio seis meses de cárcel. El mariachi pasó sin ningún contratiempo, a la prostituta le dieron contracciones en pleno cruce y logró parir a su hija en los Estados Unidos con la ayuda de las dos enfermeras, el vendedor de flores se arrepintió y vendió sus flores a lo largo de la línea, y Benito corrió con la misma suerte de el cura y su amante, fue entonces cuando se dio cuenta que encontrar a su hermana era algo imposible y seguramente el otro lado era demasiado plano para él, que prefería el olor de Tijuana, ver bolsas volando en los callejones y cables amontonados en los postes. Al salir de prisión, la panza se le llenó de deseos y hormigas, y quiso moldearse con el mundo de este lado, despedir al punto lejano que perseguía, dejar volar el recuerdo de su hermana como una bolsa en el aire y correr latiendo otra ruta que no fuera la del camión de hace 25 años.