viernes, abril 21, 2006

él ve las líneas de su mano y se desconoce, se pregunta porqué nadie las ha apretado tanto como para traer a la mente algún recuerdo, algún roce particular, sudor u olor...no hay nada, sólo líneas perdidas entre la piel, manchas invisibles, ardor. Aprieta sus puños, no le gusta esperar, en la silla de enfrente un muchacho ojeroso lo observa, se pregunta si sus ojeras son producto de la espera o si el sujeto ya nació así. Ignora el reloj, no quiere verlo, le pone nervioso el segundero, el saber que el tiempo no es exacto, su reloj nunca está igual al de los demás, cuenta silabas en la cabeza, marea, mar-ea, ma-rea, mare-a, mar-e-a, tiene que ser número impar,3,6,9...suda, todos sus pensamientos se transforman en sílabas interminables, van fluyendo en un río de lento caudal desde la oreja y baja hasta su cuello, chorrea sudor, el ojeroso ahora observa sus manos, le pregunta la hora y nada...no le contesta,en la sala de a lado se escucha un llanto de gato, le toca el turno al ojeroso,por fin, la espera ha terminado. El ve sus manos sin líneas,queda su mirada clavada en una piel lisa, levanta la cabeza y se acuerda, todo le parece familiar,todos se han ido, la enfermera regresa por él, le dice atentamente deld esayuno, él insiste en quedarse, van a llegar por él en alguna hora, la enfermera grita, él quiere quedarse sordo, hacerse humo....la camisa de fuerza le aprieta el ombligo. Mañana, piensa....ma-ña-na.