jueves, mayo 05, 2005

Tragafuego


Todos los incendios son tuyos porque tu los piensas y los provocas, el calor te abraza desnudo por toda la ciudad. Te encanta quemarlo todo sin darte a la fuga, oler el humo hasta tragártelo, untarte las cenizas para no mudar de piel en cada rayo de sol. Juegas a soportar el piso caliente, constantemente piensas en lumbre. Nunca me has dicho porqué de tu excesiva manía, quizá empezó cuando te gritaba maricon a pesar de que yo siempre quería ser la mamá de la casita, las vecinas me tenían envidia, acuérdate, les robaba sus vestidos y a ti te daba el más floreado, el más ancho. Nos veíamos tan ridículos en la banqueta, subiendo montecitos de arena y grava, y tu, nunca creíste que eras mi primo y aprovechabas cualquier rincón para tocarme.
Te gustaba el membrillo por eso, porque ahí no me resistía y me dejaba desvestir hasta que me daba frío y nos gritaba Lencho el de la carnicería para ir a comer. Nunca me explicaste tu juego con las costillas de vaca en aquel rincón, nunca supe porque nos corrió Lencho, si cortábamos la carne tan bien y sabíamos distinguir entre higado y tripa. Sé que no soportas mi silencio, pero solo puedo hablar monosílabos porque me has dejado sordo, tu sólo querías prender cohetes en el garrafón pero me estalló el boiler en la cara, ahora escucho un pitido interminable seguido de un aleteo como de colibrí, que luego se vuelve música cuando tengo emociones fuertes. Me da risa que aplaudas cuando incendias y prendas cualquier cosa completamente desnudo, para rendirte al calor sin ninguna molestia. Antier quemaste un pequeño sobreruedas y un panteón abandonado, te quedaste observando las llamas tragándose inquietas entre si, insaciables, consumiendo el eco de auxilio de la gente. Encontraste algo para ti, este vestido verde de XV años que ahora me quieres poner, pero no lo intentes porque ya me acostumbré a vivir desnudo como tú. No me escupas, ¿ Porqué no me desatas los tobillos y las muñecas? Deja de jugar a que soy tu secuestrado, Lencho algún día se dará cuenta de mi ausencia y vendrá por mi, tal vez te vuelva a tirar piedras o se vomite al acercarse a este remolque, porque aquí dentro huele a perro muerto y tu hueles a ceniza mojada, aquí dentro todo parece un incendio, hay tanto calor sofocante. Se están quemando llantas, ¿ No hueles?. Tulo, ¿ Qué sientes cuando se te quema el cuerpo, con todo el fuego en las entrañas, penetrándote, alumbrándote como pequeñas flamas que navegan en la sangre?. ¿Soportas el piquete de las chispitas naciendo en la piel, el calor entrando por los dedos de los pies y manos, amanzando tus musculos y huesos?
No hace falta escucharte, ya levanté la cabeza, quítame el trapo. No voy a gritar. ¿Cuántas cosas hice por no decir no? ¿Porqué siempre hice lo que quisiste? ¿ Porqué te burlabas de mi? ¿Porqué siempre me callé contigo mientras tú hablabas con un cerillo, quemándolo todo?. Siempre fui tu vaca sorda recién cortada, con la carne mas fresca y limpia. Tulo, no me pongas este vestido, no quiero bailar ningún vals. Me resisto a hablar, abrir mis labios, darte el humo de mi boca para que lo aspires, y después calentarte como una estufa, vestirte con mi silencio, lamerte las manos calcinadas, quedarme en tu profundidad como un horno, quiero darte la rabia caliente, la fiebre, cerrarte mis ojos. No me toques.
Quisiera salir de aquí, ver mi cuerpo limpio sin este vestido ridiculo, déjame ir, parezco una loca, de qué te sirve tenerme si no me tienes como tu quieres, si siempre me inventas palabras...
-Marcelo, Tulo, está lista la comida, si no vienen no los dejo dormir juntos. Les preparé higado.
Es Lencho, viene por mi, no me escondas, quítame el vestido Tulo, si me ve con él nos rebanará como filete y venderá nuestra carne, nos dolerá. Ya empiezo a temblar, siento la orina mojando mis calzones, chorrearse entre mis piernas. Porqué nunca me aguanto las ganas.
-Salgan de ahí, que están haciendo? No jueguen así.
No prendas fuego Tulo, me quemarás a mi también. Falta desatarme los tobillos, vamonos, ten tu vestido. No lo intentes, no tiene gas mi encendedor. ¿Cómo escapamos? Tengo calentura. El fuego nos va a tragar.
Ya se va de mis oídos la música, el aleteo, el pitido. Se queda el ruido de la lumbre.
-Marcelo, voltea a los matorrales, se están incendiando.
-Ya siento el calor resbalarse entre mis dedos, subiendo a mis rodillas, luego a mi pecho
-Marcelo, hablaste.
-Me estoy quemando.