Perro Muerto, Gato Encerrado.
Era la hueva la razón principal por la que Emilio estaba en La pompa lavando toneladas de ropa, dos cobijas, la colcha y sus sabanas de los Paguer Renyers. Ese día traía puesto un provocativo shorts de licra verde limón, la única prenda limpia de los últimos dos meses. Esa tarde esperaba con ansias la llamada a su celular del Patito Feo_18cm, su amigo cibernético de 46 años de la noche anterior. A Patito Feo le gustaban los pubertos con el orificio virgen, le poseía a menudo un apetito desbordante de un fruto maduro y sin pudrir. Cada semana estrenaba a un chiquito precioso, ya fuera moreno o chaparro, con la cara de niño “mérito escolar” o de mocoso chiquiado, lo que importaba era ese vacío impenetrable sin dilatar, ese punto negro experto en falsas alarmas y gases prometedores. Emilio siempre había querido un papá y esta vez, sus deseos iban a exagerarse, no le importó que el pato feo tuviera esposa y un amante californiano, sabía que esta era la oportunidad para huir de la casa de sus tíos sin decir nada, darse por desaparecido y encontrar anuncios de “se busca” con su fotografía y características físicas. Justo cuando dejó de secar el ultimo kilogramo de ropa, sonó su celular y era él, su voz ronca le enchinaba la piel y le revolvía las entrañas a un solo ritmo, se sentía grandote, con toda la comprensión y protección que un joven de 16 años como él hubiera envidiado. Antes de colgarle le dijo con seguridad: “hoy tengo que decirte papá”...y el Patito Feo solo sonrío y le dijo: te recojo a las 7pm, tráete todo lo que quieras, tu cuarto va a ser grande, es mas, te voy a comprar un gato para que no te aburras en las tardes, cómo te vas a salir de la escuela, pues no quiero que te enfades” y colgó. Emilio terminó de doblar sus calzones y calcetines, todos sus recuerdos cabían en una bolsa de plástico negra extra grande, se cambió de ropa en el baño de La pompa, quería lucir bien para su nuevo papá, viviría con él sus días de juventud, lo llevaría de compras, le compraría un carro y un celular nuevo. Estaba perplejo ante todo el futuro que se le iba creando en sus pestañas, ya nunca estaría perdido y encontraría el personaje idóneo y eficaz para el protagónico de la obra sin intermedio que estaba contándose en ese escenario intimo y cobijado que lo hacía soñar siempre en un espiral.
Ya eran las siete cuando Emilio terminaba de alistar la ultima bolsa que contenía ropa de invierno, cartas, condones y un piñón, Patito Feo ya estaba en la puerta de La Pompa con un gato entre los brazos, a Emilio se le entumió el cuerpo, su Pato era como esperaba: con barba rasurada, canas, arrugas en la frente, corbata roja y cuerpo atlético. Patito Feo aventó al gato en el piso y abrazó a Emilio con tanta dulzura, que la miel resbalaba a chorros de sus brazos. Se fueron en un convertible negro con el gato y las 3 bolsas gigantes de ropa limpia de Emilio, dejaron atrás a la colonia Murua, la lavandería morada de la Pompa y las sabanas de los Paguer Renyers que apenas terminaban de exprimirse... ahí se quedarían una semana o menos, hasta que Emilio de seguro volviera por desilusión amorosa. Patito Feo llevó a congalear a su nuevo chiquito, esa misma noche recordaría sus años perdidos, a su esposa lijándose los pies mientras la telenovela de las 9 finaliza, a sus primeras eyaculaciones cada tres horas y a su amante peludo guanabi soldier.
Era la una de la mañana, Emilio estaba pleno, por fin respiraba aire puro, sentía mecerse en una cuna que lo arrullaba al compás de un tiempo consolador, ya no existían ni la carencia ni la condena. Pronto esta melodía paradisíaca tendría un silencio amargo repleto de flema y alucinaciones, lleno de ardores en la espalda, mordidas dolorosas, gritos y gemidos dando a luz repentinamente...era la emboscada perfecta, la búsqueda insaciable. Emilio creyó tener una cárcel en el cuerpo cuando Patito Feo disparaba con cautela sus 18 centímetros en ese orificio virgen parpadeante, el chiquito solo tensaba los muslos, el sudor de su entrepierna se escondía, el deseo se tornó en un malestar irreversible y fue entonces cuando tomó una almohada y sofocó a Patito Feo con delicadeza y ternura, como si lo estuviera amaestrando, el Pato solo ladró y aulló un poco, en esa inmovilidad quiso masticar mas carne pero su vida ya era irrescatable. Emilio no quería mas puños de sangre, sonrío leve y dijo: “hoy tengo que decirte...perro hediondo y moribundo, solo querías... morderme mas que a nadie”. Dócilmente metió al gato en una de las bolsas negras de ropa que estaba en la cajuela del convertible...lo prendió, huyó de ese edificio de 12 pisos pensando en como hubiera sido tener un papá menos complicado...estaba amaneciendo y ya era hora de levantarse para ir a la escuela pero prefirió ir a los columpios de un parque a desilusionarse una vez mas.